En ocasiones la vida te hunde en el pozo más hondo o te eleva a lo más alto. La vida te pone a prueba. El lago poético que alberga mi mente ha pasado por esos altibajos, por épocas de sequía o por épocas de grandes lluvias de ideas.
A principios del 2006 ese lago sufrió la mayor sequía de mis 25 otoños. Había intentado contactar con editoriales, pero no conseguía ningún resultado. Entregué en mano mi poemario a Luis García Montero, Paco Ibáñez o Ian Gibson, pero no conseguí ninguna respuesta. No encontraba apoyo para continuar.
Los cimientos de mi poesía empezaron a resquebrajarse.
En enero tuve la posibilidad de visitar el barranco de Víznar y pasear por la tierra que Lorca pisó por última vez. Pero las lluvias no venían y, a principios de marzo, el lago poético se había secado por completo. Mi poemario acabó, entonces, en un cajón. Andalucía fue el último poema.
En agosto del mismo año tuve la posibilidad de volver a Granada. La casualidad hizo que fuese a ver a Cristina Hoyos y su Romancero Gitano en el Generalife de la Alhambra. Y me hizo llorar. Comprendí que la poesía no solo eran letras inertes. Cristina me enseñó con su interpretación de la obra lorquiana que la poesía debe llegar a las personas a través de los cinco sentidos.
Ese mismo día, en pleno verano, en mi mente se veían nubarrones negros. Días después llegaron las primeras lluvias de ideas. Esta vez era otra lluvia, otra agua, otros sentimientos… Entonces surgió Llanto por Federico García Lorca.
Luego vinieron más lluvias, más poemas, mis video-poemas, mi primer recital poético…
Pepe Suero - De Víznar a Alfacar